Llegamos al hotel Landa; nuestro Chateau Marmont.
Los hoteles minimalistas me deprimen. Son como de jugador de futbol, como de tentadora de La isla de las tentachonis.
Yo me siento cómodo en hoteles con solera.
El Landa es digno de misterio de Poirot y Miss Marple.
Nada más nos dieron nuestra llave pensé en que ojalá aconteciese algún asesinato y llegase Jessica Fletcher con varios policías a decirnos que se ahí no salía nadie hasta que se descubriese quién era el asesino.
Ojalá ser sospechoso y, a la vez, resolver el crimen.
Comiendo un buen pescado rodeados de ejecutivos peperos que prefieren estar de viaje de negocios para poder meterse coca con putas lo suficientemente alejados de su mujer y sus hijas. También de parejas normativas tratando de fingir enamoramiento poder sellar lo antes posible con las obligaciones sociales y de familias relajadas, pijas y estupendas, pero ligeramente pasivo agresivas, muy de velado chantaje emocional. Y lo mejor, alguna que otra pareja gay, que somos los que hacemos grande y aspiracional ese hotel.
En los postres comentamos la triste muerte de Michelle Trachtenberg, la actriz que hacía de hermana de Buffy, en una de nuestras series favoritas.
El Hollywood negro que engulle almas inocentes.
Antes de disfrutar de la piscina, decidimos relajarnos en nuestra suite para después darnos una vuelta por Burgos.
Todo lo que rodea la catedral de Burgos es una preciosidad. De una España antigua y misteriosa, fascista y lumpen.
Sinuosas callejuelas, tranquilas plazas de cafetería en las antípodas del bullicio madrileño. Tomando un té en el Riviera, en el bulevar del río Arlanzón.
Comentando que justo en ese momento estaban los planetas alineados, todos en fila, para recibir la llegada del Papa Negro, último Papa según Nostradamus, justo antes de la llegada del fin de los tiempos.
Un Papa de agárrate y no te menees. Negro pero más nazi que la madre que lo parió.
Compramos unos bombones para Vero y Popote, que estaban cuidando de nuestro gatitos y que son tan de bombones por la noche como nosotros.
Compramos otros para nosotros, para comérnoslos esa noche dándonos un baño de espuma digno de Dinastía.
Volvimos al hotel y bajamos a la piscina del Landa, que es la piscina más bonita de España. Una piscina gótica con chimenea.
Había gente, lo que nos dio rabia, porque yo siempre creo que todo es para mi, para algo soy dictador. Los spas y las piscinas deben estar vacías cuando yo llego. En cualquier caso la gente estuvo poco rato, como dándose cuenta de que ahí realmente había un dictador, y terminaron por dejarnos solos.
Había un grupo de chicas en las tumbonas, chochonas en plan Sexo en Nueva York marca blanca y luego un grupo de hombres con pinta de puteros en las mesas al lado de la chimenea tomando copazos. Yo pensaba que eran dos grupos independientes pero resulta que, antes de irse todos, se juntaron porque ellas eran las esposas de ellos y no se juntaban para conversar. Ellas con ellas, hablando de los cabrones que son los maridos y hablando de coles de niños y de tratamientos faciales y ellos con ellos hablando de la FIFA y de inversiones.
Todavía ocurre que los hombres y las mujeres no quieran estar los unos con los otros nada más que para las funciones más básicas sexuales y la mayor parte de las ocasiones, ni eso.
Unos baños y nos subimos a cambiarnos para bajar a cenar.
En la cena me fijé en una familia muy curiosa: padre y madre socialistas caviar de unos sesenta años, ella con mucha clase, pelo blanco y aspecto de galerista y luego una hija de veintitantos con su novio, la hija sin clase alguna, con una pinza en el pelo, con una sudadera de Abercrombie.
A la madre se la veía acostumbrada a la escena pero también decepcionada con su hija.
Se notaba que no le gustaba su hija.
La hija lo sabía perfectamente y de hecho recalcaba su forma de ser ordinaria para contradecir y herir su madre.
La hija sabía perfectamente tener clase, pues la había mamado, pero optaba por ser vulgar por mera rebeldía y por escapar del yugo materno.
En otra mesa había una señora operada, de unos setenta, que iluminaba el restaurante con su excéntrica manera de tratar de ser normal.
Se la veía deprimida y graciosa.
Imposible coger el móvil en un hotel, pudiendo ver a toda esa gente.
Hace tiempo, a uno de los directos de Pijas Marrones, vino una chica, en autobús desde Burgos, para ver el show y me trajo unas flores de regalo de su floristería. Saliendo del hotel Landa, antes de volver a Madrid, nos acercamos de nuevo por Burgos para visitar la floristería de esta chica, Macarena, la floristería Palmero y así saludarla.
Le hizo mucha ilusión y a mi también ver la maravillosa floristería que regentaba y lo bien que la iba.
Nos contó que su padre Alfredo y su hermano también escuchan mi podcast.
Qué maravilla de vida la de Burgos.
Nos fuimos a comer a Covarrubias, un pueblo como de aventura gráfica de misterio, precioso y enigmático.
Comiendo de potaje.
Le dije a Jaime que un año teníamos que visitar los carnavales de Galicia, tan de slasher avant-garde. Y eso que yo no soy nada de carnavales; los de Tenerife me parecen una horterada y los de Cádiz una ordinariez de machirulo patriarcal con esas chirigotas.
Los de Venecia todavía tienen un punto de thriller erótico, aunque también son muy de Italiana hortera swinger.
La noche siguiente teníamos cena en casa de Lara y Bernardo.
Recogimos a Reyes y a Mija.
Llovía a mares.
Reyes se había hecho el láser en la cara y venía con la piel de Dita Von Teese.
Lara y Bernardo nos esperaban con la chimenea puesta.
En el aperitivo bajó la hija que estaba con una amiga que se quedaba a dormir. Las dos son swifters. Nos enseñaron las pulseras de las canciones.
Yo estuve todo el rato temiendo por la alfombra beige, mirando una copa de vino tinto que había en la mesa del salón. Pero nada ocurrió.
Estuvimos comentando lo increíble que estaba Naomi Campbell en el desfile de Dsquared con ese pelucón épico y esos andares que solo pueden ser los de una verdadera top model de los 90. También comentamos, en relación a ese mismo desfile, la propuesta de los plataformones setenteros para hombre, que son todo un statement en época de masculinidad estoica.
Lara nos había preparado de primero una crema de guisantes espectacular.
No sabía que Bernardo escalaba.
Lara y Bernardo llevan mucho al teatro a su hija y fueron a una obra infantil en la que el protagonista, de pronto, y sin dar instrucciones previas a les espectadores dijo “ahora, sacad todos los arcos” y los niños y las niñas y les niñes, de manera espontánea y natural, sacaron arcos imaginarios, estirando las flechas invisibles.
¿En qué momento dejamos de sacar arcos imaginarios?
Volviendo de entrenar le conté a mi chico que había muerto Gene Hackman, Lex Luthor, el amor de Gena Rowlands en Otra Mujer.
Le dije que había muerto con su mujer y con su perro, que habían hecho un Amor de Michael Haneke.
El final de amor más romántico.
Antes de la decadencia total y de la pérdida completa de todo, dignidad incluida. Eso fue antes de saber que la mujer de Hackman, lejos de ser una anciana de su edad, de noventa, era una señora de sesenta…
Entonces ya la historia me comenzó a resultar más macabra…
Trump y sus secuaces, los abusones del cole, tratando de humillar a Zelenski.
Ahí han tocado hueso.
JD Vance cachonda perdida con Zelenski. Recriminándoles que no lleva chaqueta cuando ellos van vestidos de agente inmobiliario de RedPiso.
Los domingos son días melancólicos, de nudo en el estómago de tener que ir al cole al día siguiente, todos los domingos menos uno: el domingo de los Oscars.
El mejor domingo del año.
Tenía plan de ver los Oscars en casa de Ferdi y Vero.
Los primeros Oscars que veía Clara.
Pedimos pizza e hicimos porra.
Porra de quiénes queríamos que ganasen y porra de quiénes creíamos que iban a ganar.
Tras las pizzas, Clara hizo un brownie al horno para ver la alfombra roja, con ese vestido lámpara increíble de Ariana Grande y Chalamet vestido de amarillo.
Todas ozempicadas.
Y empezó la gala con Conan O´Brien saliendo de la espalda de Demi Moore cual Sustancia y quitándole hierro a las tragedias de los incendios de Hollywood y a la polémica de Karla Sofía, que la pobre ni pasó por la alfombra roja.
Salieron a cantar la de Wicked, clavándolo.
Salió Andrew Gardfield con Goldie Hawn diciéndola que hacía feliz a su madre.
Qué maravilla el luto que está compartiendo Gardfield con nosotros.
Isabella Rossellini, acompañada de manera amorosa por la gran Laura Dern, vestida de terciopelo azul en homenaje a Lynch y con los pendientes que llevó su madre, Ingrid Bergman, cuando ganó el Oscar. Pé diciendo “buenas noches”.
Margaret Qualley bailando un número de James Bond, a lo Norma Duval.
Todo un sueño.
Zoe Saldana, al recoger su Oscar tras tantos años escondida tras maquillajes Marvel y tras CGI, se convirtió, de pronto, se transfiguró en una niña de 11 años.
El milagro de los Oscars.
Salió Daryl Hannah diciendo que estaba con Ucrania, le dieron el Oscar del documental a un palestino, el de animación a una película lituana de un gatito, el Oscar de actor a Adrien Brody cuando debería haber sido para Ralph Fiennes y... el momentazo.
Pegué un bote en el sofá.
Hollywood es traicionero.
Hizo creer a Demi Moore que iba a ganar un Oscar para sentarla frente y decirla que ese no Oscar no era para ella.
Hollywood es cruel.
El verdadero final de La Sustancia.
Cuando Emma Stone dijo el nombre de Mikey Madison me alegré mucho por ella, porque soy fan de ella desde Scream 5, pero tras mi júbilo se encontraba el pellizco de pena por Demi.
Me metí en la cama con mal cuerpo.
A la mañana siguiente, somnoliento, le conté a mi chico que Demi no se había llevado el Oscar, a lo que este, muy sabio, me dijo:
“Mucho mejor para ella que no se lo hayan dado. Ese Oscar iba a ser el último clavo en su ataúd”.