Sunday, April 03, 2022

EL REENCUENTRO.

De vez en cuando, Paco Salvador nos pedía escribir una redacción. 
A veces era de tema libre, otras proponía un tema concreto, para aquél al que no se le ocurría nada. Podía ser sobre el verano, los fines de semana o el comienzo de curso. 
No obstante faltaba una redacción... 
Una que no estaba escrita, que no sabíamos que íbamos a escribir. 
Una redacción que no nos pidió Paco Salvador, pero se la vamos a entregar: 

Volver al colegio. Hace tanto tiempo, y tan poco. Bajando Romero Robledo. Tantas veces bajé corriendo esa calle, con la mochila tambaleándose, llena de libros Santillana, con la carpeta forrada de recortes de pelis y dentro llena de dedicatorias y citas entre las páginas clasificatorias, dibujos de David Cuesta, de Juan González y de Javier Sánchez, caricaturas. 
 Menos mal que no lo vio Garijo. 
 Ya no estaba el quiosco de la señora esa tan borde con gafas con cristales de culo de vaso. Yo compraba ahí el Fantastic Magazine, la Súper Pop, y la muy ingrata me trataba como un delincuente, como si la fuese a robar. “Señora, que soy un cliente”. 
Había quedado con Ferdi en la puerta de la Iglesia del cole, pero llegué antes y para hacer tiempo di una vuelta por Juan Álvarez de Mendizábal, donde vivía Dorado, y en la esquina con Benito Gutiérrez, donde hicimos una ouija en casa de Nieves Guzmán, vi a lo lejos, viniendo hacia mi, a Cristina González. 
La reconocí en el instante. Y ella a mi. Nos dimos un abrazo. La encontré guapísima, muy elegante. Nos miramos de forma cariñosa y como si hubiésemos sobrevivido los dos a un tsunami, para poder contarlo. “Estuve dudando si venir o no”, me contaba Cristina. “Al final ha pasado tanto tiempo, nunca sabes cómo va a estar la gente, hace tanto que no veo a nadie del cole”. 
Todos estábamos nerviosos. Un reencuentro no es cualquier cosa. 






















Ya en Martín de los Heros apareció Ferdi con Potipoti, Raúl Roncero. A Ferdi le veo a menudo, pero ver a Raúl fue impactante. Estaba más grande, con una perilla larga que no tenía la última vez que le vi, hace 25 años, pero seguía siendo el mismo adolescente en esencia. La misma risa. 
Llegó Parra con Jacobo. En el cole apenas frecuenté a Parra, pero me alegré mucho de verle, una presencia tan familiar. Ahora hecho un hombre pero con esa misma esencia y ese sarcasmo que recordaba en él. Jacobo como si hubiese hecho un pacto con el diablo. Exactamente igual que en segundo de B.U.P. Otra leyenda del cole, el primero que se “estrenó”, con las guiris que iban a su pueblo. Y claro, todos le preguntábamos que cómo era eso, que nos contase. 
Lamentamos que no hubiese podido venir Miky. 
Esperando a que saliesen los que estaban en la misa, apareció la pequeña gran Lorena. Igual que siempre también. Qué risas en clase con Lorena y con Bea. El Willy me echaba de reírme tanto. Lorena, que se inventaba que había perdido las lentillas en el patio para darse una vuelta mientras empezaba la clase del Conde. 
 Llegó Lola Portela. Ahora es psicóloga. Ella no lo sabe, pero la primera vez que hizo de psicóloga fue conmigo, a los 16 años, una tarde en el McDonalds de Isaac Peral... 
Alimentación ya no existía, ahora parece ser un chino. Donde nos pedíamos los bocatas de salami, queso y mostaza. Parra sigue echando mostaza al salami desde entonces. Y cuando lo pusimos de moda e iba todo el mundo, empezamos a bajar a Jimenez, a Ferráz, a por el bocadillo. 

Había terminado la misa y salió Beatriz Tomé a buscarnos. Hecha un pibón importante. Me fundí en un abrazo con ella. Qué agradables y divertidos hizo esos años de mi vida. Entramos en el cole para hacer el tour con los demás. Qué bonito ver a “las de A”, tan cariñosas siempre, todas espectaculares: Cristina Landaluce, Lourdes Comino, gran maestra de ceremonias del evento, y nunca mejor dicho lo de maestra, pues ahora es profesora en el cole. Laura Bermejo, a la que me había encontrado por ahí hace tiempo, Ana Bustamante, que vivía en Las Rozas, como yo, y coincidíamos muchas mañanas en el tren a Príncipe Pío y luego en el bus a Moncloa. Recuerdo que escuchaba a las 4NonBlondes. Me preguntaron por David Cano. De las de A eché en falta a Julia Dávila, que ahora vive en Indonesia y es buzo y surfera y Carmen, que hace años coincidió con ella en un tren a Barcelona, los dos camino de un concierto de Jamiroquai. 

 Dentro estábamos todos con las mascarillas, pero nos reconocíamos todos. No nos hacía falta el letrerito. Le dije a Leticia Caballero la rabia que me daba que no hubiese podido venir Piedad Barrio y le pregunté por Juan, su hermano. Leticia guapísima también. Recuerdo a Leticia siempre bailando, haciendo sus coreografías en los recreos. Saludé a Sergio Matos, que precisamente había sido novio de Leticia en el cole. 
 Estábamos desbordados y no reconocíamos nada del colegio de tanto que había cambiado. Ya no estaba la biblioteca, tampoco el laboratorio de arriba, que era mágico, cuando nos subían algunas tarde y entraba la luz del atardecer sobre esas vitrinas de madera. Los fósiles, los marcos con especies de mariposas y el esqueleto. Ya no queda nada de eso, ¿dónde habrá ido a parar? Ahora, asépticos laboratorios blancos con microscopios en cada mesa. 
 Lo que seguía igual, intacto, tal cual, era la barandilla de las escaleras que tantas veces subíamos y bajábamos. 
 Esa barandilla dorada de metal...
 La misma que tocábamos cada día. A la que nos agarrábamos de pequeños y que poco a poco fuimos soltando. 
 Se acercó a saludarme Jaime León, mi compañero de pupitre. No podía haber en todo el colegio dos chicos más diferentes que Jaime y yo, y sin embargo nos hicimos amigos. Nos pillamos muy bien el punto. Complementarios. Ya de niño, Jaime tenía una integridad muy particular y adulta. Recuerdo que quería ser piloto militar. Y lo fue. Era de las personas que más me apetecía ver junto con Pablo Bilbao. Qué tío Pablo, ya de niño, qué buen talante. Me dejaba copiar en todos los exámenes. Me dijo “tu me descubriste a Woody Allen”. Saludé a Lourido y a Castro, qué recuerdos esos debates sociales que teníamos entre clase y clase donde Lourido era el conservador y yo el progre. 

Ya en el recorrido del cole eché en falta a Nieves Guzmán, a Hana, a Lavinia, a Juan Alberto Guerrero, a Miguel Sánchez Santacecilia, a Daniel Romo, a Juan Leyva, Alberto González, Elisa Lumbreras, Antonio Ibañez... 
Las clases las recordaba enormes, pero eran muy pequeñas. ¿Cómo cabíamos ahí cuarenta niños? Viendo el exiguo tamaño de las aulas comprendí muchas cosas… Yo creía que, al ser la clase tan grande, los profesores no me veían mientras me descojonaba o mientras me pasaba notitas, pero claro, Stendfeld lo veía todo perfectamente. 
Recordé las clases de Gimeno, qué gran profesor, a Rosa, la vez que en mitad de una clase me levanté para tirar algo a la papelera y me dijo “Popy, estoy harta de decirte que esto no es un club”. Cuando murió mi padre, Rosa llamó al teléfono de mi casa y me dijo: “Popy, a partir de ahora ya no soy tu profesora, soy tu tía Rosa”. Ahora en los pasillos hay puertas cortafuegos de colores, como de instituto americano, como de serie de Netflix. En sus tiempos era todo más castizo. 
 El patio de arriba, donde jugaban cinco equipos a la vez al futbol y donde, al fondo, se jugaba al rol. Recordamos los stands con juegos que se hacían ahí en las fiesta de la Inmaculada. Ahí vi a Pepo, que sigue igual. Ahora tiene un grupo. Y Felipe Montero, mítico. Muy ilusionado también con vernos todos. 
Bajamos al comedor. El suelo es el mismo, las bandejas de metal. Lo han hecho más pequeño y ahora han puesto unas mamparas siniestras anti-covid para que los niños coman aislados, mamparas opacas para que no puedan ni verse. Recordé cuando llenábamos las jarras de agua de comida mezclada. Lola me hizo una foto con una de las bandejas. 

Y el patio. Sigue siendo nuestro patio, pero falta el mural de la paloma. 
 Un mural que llevamos dentro, grabado a fuego. 
 Esos larguísimos recreos del comedor, cuando ya nos dejaron salir fuera, todo el día comiendo pipas. En el patio vi a Susana Lamana, con la que pasaba buenos recreos del comedor. Estaba igual que siempre también. Nos reíamos porque había gente que ni nos sonaba la cara, como si nunca hubiesen venido al colegio con nosotros. Cada uno tiene su historia. Nos acordamos de Susana Gutierrez, que vive en canarias, como mi querida Hana Rahy, que no había podido venir, o Lavinia, que vive en Londres. A Miky le hubiese encantado ver a Susana. 
Por ahí estaba Keka, Elsa, súper sexy, Asier, que directamente es mi ídolo, un estandarte de libertad ajeno por completo a los convencionalismos sociales a los que, a veces, te empuja el mundo. 
 Ver a Asier es como ver una cabaña iluminada en mitad de un bosque. 
 Agustín de la Herrán, con tan buena planta como siempre, majísimo, Patxi, un tío genial, además vecino mío de Arturo Soria, María Pérez, Archilla, Vélez, Santiago Ruiz (que es escolta del Rey), Merche Serrano, Fede Crespo, Sara Braña, Álvaro Aguado, Arancha, Vicen, Mercedes Serrano, Julia Palomo, que me hizo recordar a Laura Martínez, porque eran inseparables, Barrios, Fernando García, Caballer, Nacho Aguado, Victoria Barrajón, Luis Cámara, Gonzalo Rubio… 
Foto de familia. 

Bajamos hasta Rosales, que Leticia había reservado la parte de debajo de Piu de Prima. Qué acierto no sentarnos en una mesa, para que todos pudiésemos estar con todos. 
Ahí vi a Bustos, igual que siempre pero con barba. Me dijo que Gonzalo Garzón no había podido acudir porque estaba en la base, prevenido por lo que pudiese pasar. Tampoco había podido cuadrarlo Iñaki Moltó. A Eduardo Giménez le sigue viendo y sigue jugando al futbol con él. Estuvo un rato hablando con Cristina González, que fueron novios de pequeños. Ahí apareció María López Cerón, que se ha convertido en una mujer estupenda, Cuca, que fue novia de Ferdi, Carla, una de mis musas. Una noche, bajando Montera con Carla, se acercó un chino vendiendo rosas “¿querel losa?”, a lo que Carla respondió “I don’t speak english”. 
 Agustín me contó que tenía cinco hijos y le dije “pues Susana Lamana te gana; tiene siete”. Susana Lamana, amorosa. Recordé cuando el Sternfeld, o como se diga, dijo: “Susana Estefanía Macarena Pilar Lamana García, todo eso a la pizarra”. 
 Otro gran reencuentro fue el de Jaime y Bea, que también fueron novios dos años en una época muy intensa y bonita de nuestras vidas. Jaime le regaló una gata a Bea, Trixie, una gata que vivió 21 años, hasta hace muy poco estaba viva. Jaime lleva siglos viviendo en Sevilla. “Ya casi soy sevillano, mira” y me enseñaba la codera de la camisa, tan de feria de abril. Pero Jaime sigue sin probar la Cruzcampo. Sacrilegio. Me confesó que llegando a la cita del cole estaba también nervioso y que, antes de entrar de nuevo en los Sagrados Corazones, se dio una vuelta por el Parque del Oeste, donde hicimos los primeros botellones y donde surgían los primeros roces. Todo sigue igual y a la vez ya nada es lo mismo. 

 Toño espectacular, con un cinismo sanísimo. Llevaba la pegatina de Felipe Montero. “Porque soy fan de Felipe Montero a muerte y siempre le llevo en mi corazón”. Calero hecho un señor de los pies a la cabeza. Nos dijo que fuésemos luego al Nabuco, el garito del que es dueño junto con Orejón. Pascu, formidable, con su camiseta de los Goonies, en pleno revival. Toño recordó cuando Pascu se tiraba un pedo dentro de un tarrito de cristal, lo cerraba y luego en mitad de clase abría el tarro y salía el pedo. Obra de arte. En los lavabos, Ferdi y Asier comentaron que compartieron un crush: Lavinia. Hicimos videollamada con Lavinia y Hana para que nos viesen a todos. La gente, lo que se dice “comer”, comió poco, pero chuzarse, se chuzaron bien. 
Ferdi me dijo que vio a María Pérez y que fue como sentarse de nuevo en el pupitre junto a ella.
Esa fue mi reunión del cole. 
Cada uno tuvo una reunión diferente. Me pregunto qué historias se contarían los demás, qué historias recodaron... Ojalá haber escuchado cada conversación, haber hablado con todos y cada uno. 

25 años. 
 1997. La última vez que nos vimos todos juntos acababan de clonar a la oveja Dolly. En los cines pasaban Titanic y Jackie Brown. 
En estos 25 años llegó internet, los móviles, el iPod, cayeron las Torres Gemelas, bonanza económica, las redes sociales, Bush, Obama, Trump, una crisis, una pandemia, Brexit, la sociedad más polarizada que nunca, pero ahí todos estábamos volviendo a ser quienes somos en realidad, exentos de lo superfluo, conectando. 
Una reunión mucho más relevante en nuestras vidas de los que alcanzamos a ver ahora. 
Vivimos juntos una etapa crucial y esa noche nos dimos cuenta de que somos más importantes entre nosotros de lo que creíamos. 
Celebré el ver a la gente tan bien, tan guapa y tan contenta. Cada uno habrá vivido sus tragedias, pero en ese momento estaban todos bien, satisfechos con sus vidas, que les había llevado hasta ahí.  Estábamos vivos y aún jóvenes. No sabemos qué pasará mañana. 
 "Hay que repetirlo”. Pero sabíamos perfectamente que, obviamente, no se va a repetir. 
Era un reencuentro único. 
Qué gran impresión comprobar que todos seguían siendo los mismos que con quince años, manteniendo intacto el mismo carácter y la misma personalidad de siempre. 
Hace tanto tiempo, y tan poco… 
Las barandillas del colegio seguían siendo las mismas, y nosotros también.