Había quedado con Mario Canal para comer en Moncloa, pero llegué diez minutos antes y justo Mario me escribió un Whatsapp diciéndome que se retrasaba, así opté por dar una vuelta a la manzana.
Es como un imán.
Mis pasos iban solos a la puerta de mi colegio.
Como un asesino que vuelve a la escena del crimen.
Inevitablemente.
Bajé por el Paseo de Moret que da al Parque del Oeste, donde de adolescente hacía los botellones, yo sin beber. Mis amigos hacían el calimocho y me daban la mitad de la Coca Cola que no se usaba.
Nunca he bebido.
Siempre me pareció una ordinariez.
Nunca lo necesité, ni para divertirme, ni para sentirme integrado.
Giré por Ferráz, pasando el edificio de las misiones salesianas, que es uno de mis edificios favoritos de Madrid y subí por Romero Robledo, por las casas de los militares del Ejército del Aire, hasta llegar a mi colegio, los Sagrados Corazones.
Zona de confort y llaga sin curar.
Tantas mañanas de frío con la mochila a cuestas, llegando tarde.
Tantas tarde que mi madre me vino a buscar, hasta que no fue más.
Tantas tardes mirando por la ventana de la clase, viendo el brillo de luz del exterior, deseando estar fuera, en El Corte Inglés.
Miraba por la ventana y veía gente adulta. Pensaba en la suerte que tenían de poder ir por la calle, de no tener que estar en clase de Mari Carmen. Ahora soy yo uno de esos adultos.
Quizá algún niño melancólico y soñador miró por la ventana y me vio sin saber que yo fui él.
Mario y yo fuimos al Domino’s.
Había ahí una cola de chicos de instituto pretendidamente pijos, pero que se notaba mucho que eran de clase media aspiracional.
Los pelos, los abrigos, los zapatos, eran casi cayetanos, pero no.
Ojalá despierten y quieran ir por el lado opuesto al que creen que les va a proteger.
No podíamos más que charlar sobre Karla Sofía Gascón mientras esperábamos las pizzas…
A muerte con Karla Sofía.
Los primeros días tuvo gracia el desenmascarar a la adalid de la causas sociales y de la diversidad. Había ganas porque además caía mal, tan soberbia, tan antipática y tan necesaria. Lo pasamos bien con los memes de “qué comentario racista de Karla Sofía eres según tu signo zodiacal”. Se extrajeron reflexiones: lo cortés no quita lo valiente. Lo trans no quita lo racista, lo feminista no quita lo homófobo, lo gay no quita lo misógino.
No estaba de más recordarlo.
Fascinante fue el hecho de que a la extrema derecha les diese un cortocircuito: de pronto una señora trans pensaba como ellos. Karla Sofía había hecho más por la aceptación trans entre la extrema derecha que cien discursos activistas que predican en su propia parroquia.
Pero de pronto llegó la marabunta, el pueblo con las antorchas subiendo la colina hacia la casa del monstruo, de Frankenstein y ante el linchamiento tránsfobo no nos ha quedado otra que defender a esta mujer que ha visto cómo occidente la encumbraba en los más alto para en un par de días repudiarla y escupirla al vertedero de la cancelación.
Me pongo en la piel de Karla y entiendo que en tiempos de oscuridad o ostracismo, en una época en la hacía castings en los que era constantemente rechazada, en la que se sentía ninguneada, sintiese rabia, ira y, al llegar borracha a casa, se metiese a soltar mierda por el teclado de Twitter, como hace el 95% de la gente que usa esa red social.
Karla pensaba lo que escribía y al mismo tiempo un poco no.
El ser humano es complejo e imperfecto.
Ya está.
Que la dejen ir a los Oscars y aquí paz y después gloria.
¿Qué pensará Anabel Pantoja, mientras la investiga la fiscalía, de la cancelación de Karla Sofía Gascón?
Disfrutando de nuestras Domino’s roll también hablamos acerca de Isabel Coixet mostrando una gafas con las excusa de hablar sobre The Brutalist.
Qué valor, con el cine que hace, criticar The Brutalist.
En un clásico alarde de reflejo-espejo, la directora de Demasiado viejo para morir joven, señala a The Brutalist de todo lo que adolece si propio cine; de no tener alma. De querer contar algo y no transmitirlo.
Solo vemos la paja en el ojo ajeno.
No me interesa nada The Brutalist, ni Isabel Coixet, pero sí que Mira Sorvino y Lisa Kudrow hayan firmado ya por hacer la secuela de Romy y Michele, que ya se haya empezado a rodar Scream 7 con Matthew Lillard o que haya salido tráiler de la nueva película de una de mis sagas favoritas: Destino Final.
También habrá nueva temporada de mi querida Buffy, que me da que va a ser un reboot, pero que cuenta con Sarah Michelle Gellar.
Y arranca también el rodaje de la tercera temporada de Euphoria, que imagino que ya harán todas de madres con los hijos en el cole.
Amé ver a las fagotas argentinas, miles de ellas, tomando las calles de Buenos Aires para manifestarse contra la homofobia de Milei.
La extrema derecha nos ha hecho despertar.
Habían sido los Grammy.
Kanye paseando a su novia desnuda, reforzando los roles tradicionales de poder disfrazando la performance de transgresión.
Los memes con la cara de sorpresa de Beyoncé y la IA en la que irrumpen verdaderos cowboys impidiendo que gane Cowboy Carter.
Los solidarios agradecimientos de Lady Gaga o Chappell Roan, pero sobre todo la noche fue de la icónica actuación de Benson Boone, que yo, inmerso en mi burbuja fagota, no sabía quién era. Empieza a actuar, con sus rizos de escultura griega y su bigote leather, sentado entre los invitados, le arrancan el esmoquin y pasa a lucir un mono setentero que le marca bien todo lo marcable, tras lo que salta al escenario dando volteretas y haciendo slay.
Mientras todo esto ocurría, Trump y Netanyahu planeaban hacer una Riviera, unas Vegas en Gaza, sobre la sangre de niños muertos.
No en los Grammy sino en los premios Feroz, mi amigo Octavio Terol ganó el premio a mejor cartel de cine del año, por el diseño de Salve María.
Me hizo mucha ilusión verle recoger el premio.
Octa, con el que hemos compartidos tantos cines, paellas y paseos por Madrid.
El logo de este blog es suyo!
Quedamos con Ferdi y Vero para ver La Acompañante.
Una obra maestra, comedia de horror sobre las relaciones tóxicas y el maltrato.
Me recordó a los mejores guiones de Kevin Williamson.
Drew Hancock ya en letras doradas y no le perderé la pista tampoco a la grandísima Sophie Thatcher, prodigiosa actriz a la que vi por primera vez en Yellowjackets, hace muy poco en Heretic y aquí, que está inmensa.
Ah, y que no se me olvide contaros el Benidorm Fest de este año.
Amo a Paula Vázquez. Es un mito de España. En la primera semifinal estaba como ausente, descolocada. Algo le pasaba. ¿Quizá estaba pasando por un desamor?
Cada vez que veo a Inés Hernand es como si viese a Christian Bale en American Psycho.
Ruth Lorenzo muy simpática y muy buena compañera. Se la ve generosa y empática.
Es curioso que canciones que en su escucha no llaman la atención, luego en directo ganan gracias a la profesionalidad y al talento de los artistas y viceversa; canciones favoritas que luego en directo son un desastre porque el artista no está preparado para actuar en directo.
Kuve iba con una canción horrible, pero ella lo bordó. Con presencia.
David Afonso fue con una canción exploit de Marc Anthony, como para señoras divorciadas, pero él está bueno, aunque no lo suficiente como para pasar a la final.
Chica Sobresalto muy simpática, con carisma, pero una Rigoberta Bandinada.
Kingdom fueron con una canción muy Vicco, que pretendía ser la sorpresa Nochentera del año, pero a la cantante se la comió el escenario.
Y al final desafino como una perra pariendo.
Sonia y Selena un sueño marica.
La Chispa era de las favoritas, con su mezcla de Rosalía y La Hungara, pero desafino de un modo muy grosero y desagradable.
Daniela Blasco salió en plan Beyoncé, luego se puso Chanelista, pero muy quiero y no puedo, sin pegada. Mucho fuego pero poca chicha.
El público gritando “Sonia y Selena, Sonia y Selena” y de pronto anuncian que quien pasa es Lucas Bum, que me encantó que fuese vestido en homenaje a Locomía, pero llevaba una canción horrorosa a su madre muerta, para dar penita y ganar votos (lo cuál, tristemente funciona), instrumentalizando la muerte de su madre para ganar un concurso.
Además cantó fatal.
Luego cantó Edurne, que fue una cosa muy segundomundista.
En la segunda semifinal la gala empezó con Chenoa cantando un medley ultra-ordinario, muy ella.
Historia de España.
Paula Vázquez en esta segunda gala ya estaba más suelta.
Mel Omana fue la sorpresa. La canción no se podía escuchar en Spotify, pero ella en directo es una bomba. Con fuerza, cantando bien, con gracia.
Henry Semler muy sosito, muy entre Alfred y Pol Granch.
Deteresa un mejunje bienintencionado, pero deslavazado y lo peor de todo: feo. La izquierda no debe renunciar a la estética si quiere llegar a ser algún día aspiracional para el público.
J Kbello una bomba. Sexy y exportable. La iluminación regular; no se le veía todo lo bien que teníamos que verle.
Carla fue con una canción copia de Aitana que en directo parecía de Ruslana. Lo quiso meter todo: cuarto oscuro, banco central europeo. A ella la falta fuerza.
Celine hizo una actuación anticuada y cantó mal.
Melody, la favorita de los maricones, quiso hacerse una Superbowl con todo: ella del cielo en un columpio vestida de Jeepers Creepers, reveal de vestuario, un trono que era una peineta que fue lo más, tumbada en el suelo con leds como beyoncé y al final desafinando como una loba en celo.
Ruth Lorenzo cantó una canción de rock pero sin despeinarse.
Y los finalistas fueron Melody, JKbello, Mel Omana, ah y Mawot, que cantó muy bien, como si fuese Tino Casal, pero que hasta ahí.
Total que ya en la final ganó Melody, que es muy Torremolinos y Maspalomas.
Una auténtica folclórica, niña, joven y vieja.
Por España.
En esa final actuó Amaral, con ella cantando en directo realmente apabullante.
Y Rigoberta Bandini con una canción muy resultona pero ella desplegando ese aura oscura que nubla el día. Sacó al escenario a señoras mayores de un modo condescendiente, como si estas señoras fuesen muppets para divertirnos, como si sacase a los Fraggle.
Pero no eran teleñecos; eran mujeres, cada una con su vida, con su historia.