Monday, July 22, 2024

UN LUGAR, UN REFUGIO

Vuelvo a este, mi querido e histórico blog, como quién acude raudo a resguardarse de la tormenta, a salvo. Como quién enciende un faro para que vosotres podáis encontrarme entre la marea. 
Una luz a la que acudir, una guía. 

Como sabéis, Instagram me ha comunicado que por normas que infringen las reglas de la susodicha red social, se disponen a cerrarme la cuenta. He apelado, a ver qué ocurre. 
Por lo pronto, he logrado de alguna manera engañar a Mark y puedo entrar en mi cuenta desde la versión para ordenador. Desde mi móvil no puedo. Por eso me es imposible escribir ni compartir en stories, pues la versión para ordenador no dispone de esta función. 
Desconozco quién me ha podido denunciar. Tengo cientos de haters bloqueados, ha podido ser cualquiera; fans de Poyeya, de Rigoberta, Ana Milán, Los Javis, Esther Hernand, Mario Vaquerizo, Bob Pop, Samantha Vallejo Nájera, Lorena Castell, Carvajal, a saber. Incluso una acumulación de todos ellos. También fuerzas oscuras que operan en la sombra movidos por la rabia y el rencor. 

Estoy desbordado de entrañables mensajes vuestros, de enorme cariño y aflicción, exclamando la injusticia, así como vuestro deseo seguir recibiendo esos mensajes que lanzo como quien lanza un mensaje al mar en una botella. ¿Quién los recibirá?. 

Entre ayer y hoy, también me he dado cuenta de mi necesidad de comunicar, de un modo u otro. A través de stories, de podcasts, de este blog. No importa el medio. 
Que te cierren una cuenta no es el fin del mundo. Hay cosas bastante peores… Pero ayer casi me da un infarto de pensar que podía perder todas las fotos que había subido a Instagram en estos últimos 13 años. Afortunadamente he salvado una selección de las más relevantes para mi. 

Bucear en mi Instagram a través de los años ha sido toda una experiencia removedora. 
El inexorable paso del tiempo, arrasando con todo. Lo efímero, nuestra vulnerabilidad. Mis gatos, nuestros viajes, mi amor. 
Haré álbumes con esas fotos, álbumes que terminarán en mercadillos en el mejor de los casos, seguramente en el container. 
El pasado ya no existe, haremos nuevas fotos hoy. Las fotos que estarán por venir. 

He abierto un grupo de Telegram de Pijas Marrones: https://t.me/pijasmarrones 
Ahí podréis completar el universo de vuestro podcast favorito. 
Y, atención, me he abierto, por fin, un TikTok. @popyblasco 
Osea, Popy Tiktoker. Debería hacer coreos.

Nos hemos comprado un coche. Así de repente. Íbamos a comprar un Mini, pero nos dijeron que para viajar son fatales porque los asientos están muy bajos y te levantas con hernia discal. Y, de pronto, resulta que el padre de Miguel, el novio de Virginia, la hermana de mi chico, vendía su coche porque se iba a comprar uno nuevo. Un Audi Q3 prácticamente a estrenar, sin apenas kilómetros. Un coche de padre del PP. De fagotas cayetanas. 
Tener un buen coche es una paletada. Lo que tiene clase es tener un coche viejo y destartalado, no darle importancia a los coches, pero, nos vino caído del cielo, qué le íbamos a hacer. En realidad me encanta ir en un cochazo. Siento que me lo merezco. Me hace sentir protegido. 
El coche es blanco, obviamente no podíamos elegir color. A mi me gustan los coches de color verde campiña inglesa, pero blanco es muy veraniego, se calienta menos con el sol, es ligeramente macarra y, al parecer, es el color con menor siniestralidad, porque se ve bien. Estoy pensando en ponerle detrás alguna pegatina de Snoopy, de United Colors of Benetton, de Fido Dido… ¿Dónde venden ahora pegatinas? Ya no se encuentran. 
Y estamos como locos comprando complementos para el coche, para hacernos dentro la casita: una manta, un masajeador de lumbares, ambientador con olor a coche nuevo, spray para limpiar tapicería, toallitas de coche, bote de chicles, adaptador para cargar los móviles, cacao para los labios… 
Estoy deseando que llueva para que Jaime me saque lloviendo, y nosotros calentitos y protegiditos en el Audi, con los seguros echados para que ninguna Karen ni ningún facha pueda hacernos nada. 

Comiendo tarrina de helado de Nutella, el helado del verano, viendo a Víctor Sandoval disfrazado de Fiona de Shrek, parodiando a su vez a Terelu, es arte contemporáneo y trash entre Pink Flamingos y Robert Altman. Adoro a Victor Sandoval. Cuando tocas fondo ya solo puedes elevarte. Es el “de perdidos al río”. Aún me estoy recuperando de cómo contó su noche con el fundador de Locomía, en la que este, supuestamente, le obligo a comerle la polla a negros invisibles, imaginarios. La España y las noches de entre semana que interesan, en pisos de Madrid, a persiana bajada. 

 Mientras mi querida Amaia Montero reaparecía, estupendísima y por todo lo alto, en el mutitudinario concierto de Karol G, Katy Perry se cogía un buen pedal del quince dándolo todo en la fiesta Churros de Barcelona, como una guiri más, con todas las fagotas flipando reels en ristre. Katy Perry es demasiado humana. Se ha quedado como una sílfide con el Ozempic. No tanto como Kim Petras, pero casi. Taylor Swift vende más entradas, pero Katy Perry está más flaca. Me temo que no será suficiente para remontar su carrera musical. Pero gracias a Ozempic ya no es la Teresa Rabal americana, ahora es Katy Perry flaca. Las farmaceúticas, ¿se habrán dado cuenta tras el éxito de Ozempic que en lugar investigar curas y tratamientos para enfermedades lo que deben hacer es lanzar medicamentos para estar buena? La vida es muy corta. 
Pero volviendo a la inesperada reaparición de Amaia Montero tras su breakdown, qué bonito es volver. Amaia Montero ha hecho la magia del todo es posible, del nunca es tarde, de las segundas, terceras y cuartas oportunidades. 
Las que hagan falta.