Saturday, August 17, 2024

LA REALIDAD SIMULADA

 Ha fallecido la mejor actriz de la historia del cine: Gena Rowlands. 
Recuerdo la primera vez que vi Una mujer bajo la influencia en el cine Doré, en la Filmoteca; esa interpretación tan tensa, sobrecogedora, de las que cortan el aliento. En la inolvidable Gloria, con ese gesto que tenía una distancia trágica y resignada, de indescifrable procedencia. Opening night, Noche en la Tierra… En Otra mujer, la mejor película de Woody Allen, depuró su técnica interpretativa, dominando el gesto mínimo y haciendo de la sobriedad un estallido de elocuencia. 
Gena Rowlands era una actriz/actor. No era una actriz femenina. Actuaba como si fuese Robert Mitchum o John Wayne. Era no binaria sin saberlo, de ahí su magnetismo. 
En el olimpo, al lado de Bette Davis y Romy Schneider. 
Su gesto, grabado a fuego en mi memoria para siempre. 
Gena Rowlands era Brat. 

 Nos pusimos un Misterios sin resolver, que me encantan, con esa musiquita tan enigmática de la cortinilla, comiendo melón. Vimos un caso de un chico que va por el bosque y se encuentra una cabeza de una señora, con el pelo blanco y peinado típico de señora. 
Muy Terciopelo azul, estar un pueblo idílico, evangelista, de bosques y casas perfectas, y encontrarte una oreja o una cabeza. 
Nadie sabe de quién era esa cabeza… 

 Carlos Ferrando. El mejor periodista del corazón que ha habido en España. Mordaz, sarcástico, pero con una clase que te mueres. Nunca resultaba hiriente. Un torrente de anécdotas. 
Fue secretario de Esperanza Roy, jefe de prensa de Ana Belén y de Pedro Almodóvar. Él fue quien presentó a Almodóvar y a Penélope Cruz. Fue íntimo de Rocío Jurado, de Sara Montiel y de Carmina Ordoñez. 
Me encantaba verle en el programa de María Teresa Campos cada vez que no iba al cole. 
Creó escuela periodística. Fue el Tomate antes del Tomate y Sálvame antes de Crónica Marcianas. 
Me encanta la anécdota que contaba, de que Encarna Sánchez vivía debajo de Esperanza Roy y esta última y Carlos Ferrando se tumbaban en el suelo para escuchar qué hablaba con las actrices que metía en su casa. 
Carlos Ferrando era Brat. 

 Fuimos a comer al Yokaloka de Huertas, el japo de los que empezaron en el mercado de Antón Martín. A Jaime, de haber visto The Boyfriend en Netflix le apetecía comida japonesa. Este, el Yokaloka, es de los restaurantes de sushi y ramen de mayor calidad-precio. Todo riquísimo y bien fresco. La decoración me encantó, muy parque temático EPCOT de la zona de Japón. 
Mis japoneses favoritos de Madrid con Naomi, Miky y Pilar Akaneya. 
Al lado nuestro había tres señoras chicas de oro poniéndose moradas, las tres entre del PSOE y Sumar, con sus gafas de pasta señorita Pepis, y sus chales estampados ochenteros a lo Carmen Alborch/Karmele Merchante, como de señoras que van a galerías de arte y compran pendientes grandes. 
 Al otro lado teníamos a una familia pretendidamente culta de padre, madre e hija. Los padres con aspecto de profesores, de ver Cifras y Letras, y la hija con resignación de alumna comiendo sushi en lugar de lo que ella quería comer que era Taco Bell. 

Entonces, después de la sopa miso, mi chico me contó la teoría de que todo lo que estamos viviendo, de que el planeta Tierra mismo, es una simulación. Más allá del constructo; directamente una simulación, un juego de una inteligencia y de una tecnología superior. 
Resulta que el filósofo Nick Bostrom ha publicado una teoría que está levantando mucho revuelo y que muestra la posibilidad de que estemos viviendo siendo parte de un simulacro informático. Hoy en día ya se sabe que es posible crear realidades simuladas, por inteligencia artificial. Ya nosotros lo hacemos. Por tanto es fácil suponer que ya existan otras civilizaciones que hayan creado realidades simuladas en la que existen y habitan seres conscientes. Teniendo esto en cuenta, resulta que es más probable, estadísticamente, que vivamos en una realidad simulada que en una realidad real. 
Me fascina. 
Nada tenía sentido antes de saber esto, pero ahora menos y, a la vez, el saberlo no va a hacer que sufras menos por amor o que te preocupe menos quedarte sin trabajo, aunque debería. 

Al salir de Yokaloka, vimos a un chico escupiendo un cajero e insultándolo. Jaime me preguntó qué le pasaba a ese chico y yo le dije que seguramente tendría alguna patología mental. El centro de Madrid siempre ha estado llena de gente colgadísima. 
En la calle Príncipe, de pronto, vi a Meriam, una amiga de la escena clubbing de los noventa a la que hacía que no veía veinte años. 
La vi estupenda y muy cariñosa. 
Aún la recuerdo bajando las escaleras del Bocaccio Dance con sus tacones de aguja y sus kilométricas piernas que inmortalizó Sara Zorraquino en las páginas de Neo2 (la revista clubkid de finales de los noventa principios de los dosmiles). 

Meriam era bollo, y lo sigue siendo, pero se echó un novio árabe top model, Samir. Nos contaba que tenía un pollón enorme y que la dolía mucho cuando se la metía por el coño, así que se la metía por el culo, que por el culo no la dolía. Yo no entendía nada, pero me maravillaba. 
Samir top model la invitó a su pueblo en Arabia, a casa de sus padres y limpiando unos vasos en la cocina, mirando por la ventana que daba a una colina, vio como piedras que caían desde lo alto del montículo. Meriam preguntó que por qué caían piedras y Samir le dijo que no eran piedras, que eran cabezas. 
Con Meriam, arreglándonos en nuestra casa de Montera, justo antes de salir al Bali-Hai, bailando con Julio el Into The Groove de Madonna a toda pastilla, bailando como locos y cantándola a gritos. Y luego a tomar la Gran Vía. 

Le di un fuerte abrazo a Meriam y mi chico y yo fuimos a regar las plantas del despacho de Jaime y abajo nos tomamos un café cortado en una cafetería y entonces Jaime me dijo: “Mira, Popy”, señalándome a una señora mayor de espaldas, con el típico peinado y pelo blanco de señora, “es la cabeza”. 
Me dio un escalofrío y luego la risa. 

 Siempre me habían parecido ridículas las pseudo-influencers que iban por la calle haciéndose fotos con el termo Stanley de pajita, pues bien, pasamos por enfrente del Wow y entramos para comprarnos el termo Stanley para llevarlos en nuestro coche nuevo lleno de Coca Cola fresquita o de café caliente para los viajes. 
Al final el termo Stanley es el mejor termo, que tiene doble aislamiento y una base que encaja con la medida estándar de los posavasos de los coches. 
Luego, es un termo muy de Karen americana. 
Lo que yo soy. 

 Fuera, un señor descalzo, con los pies negros de mugre, cruzaba la Gran Vía desafiando a los coches a parar. Jaime me preguntó que porqué hacía eso. Primero el chico que escupía al cajero y ahora el señor descalzo. Me sorprendió que mi chico no entendiese que se trataba de gente absolutamente Twin Peaks. Es como si pensase que todo el mundo era normal, que se trataba de gente “normal” haciendo cosas extrañas. 

Fuimos al Imax a ver Alien Romulus. 
En las máquinas refill de refrescos de que hay en los cines, en Five Guys y en Burger King, siempre suelo combinar Coca Cola Light de limón con Coca Cola Light de Lima, dando con un refresco que sabe a Coca Cola con Calippo, pero también he dado con otra mezcla bastante curiosa: combinar Mezzo de melocotón con Fanta de uva. 

Alien Romulus es la mejor secuela de la saga de Alien, por encima de Aliens El Regreso de James Cameron. 
Es la magia del cine y del horror. 
Fede Álvarez dirige con potencia electrizante una versión fiel al universo y a todo lo que rodea las dos primeras películas, sin la pretensión de reinventar la rueda, pero con la pretensión, lograda, de potenciar cada unos de los atractivos, llevándolos a su máximo extremo y elevándolos. Un remix de hits remasterizados, coronados con secuencias nunca antes vistas en la saga. 
Alien Romulus, además, vuelve al terror en estado puro, al gore, a la tensión, en un in crescendo que no cesa de subir, presentando unos personajes GenZ magníficamente construidos con tres pinceladas, de las veces que más he empatizado con personajes de películas de terror sci-fi, llevándoles hacia un verdadero pasaje de los horrores. 
Amo a Andy. Qué impactante interpretación de David Jonsson, al que había visto previamente en la estupenda Industry. 
Cailee Spaney sabéis que no es ninguna sorpresa para mí, después de lo mucho que la reivindiqué por la secuela remake de Jóvenes y brujas y más recientemente por Civil War. No hay marcha atrás para ella y muy pronto la veremos en la tercera parte de Puñales por la espalda. 
Salimos de Alien Romulus, con Vero y Popote, igualmente entusiasmados. 
El cine lleno. 
Ojalá Alien haga un Barbie. 

Lady Gaga y Bruno Mars han sacado un tema y un videoclip juntos, con portadón incluido, los dos con un lookazo entre rendido y paródico country pop colorido David Lachapelle. La canción se titula Die with a smile, por lo que parece ser quizás la canción de la película Joker 2, en la carrera al Oscar a mejor canción. No lo sé. El caso es que, aunque ver juntas a dos estrellas de la música de actuación de Superbowl siempre me parece que procede, en este caso les he visto un tanto demodé. 
La canción es flojita, meliflua, como de decadencia millennial, nada Brat. 
Y el caso es que los dos me caen bien. Aunque Bruno Mars tiene ese rollo como de boda mainstream, me cae muy simpático y ha sido un gran revulsivo, sin duda, para el género funky. Lady Gaga, por otro lado, ha pasado de mamarracha mariliende aspirante a nueva Madonna, a gran dama de la canción, lo cual tiene mérito, pero el caso es que me parece que esta vez no ha habido temazo. 

Muy fan de Imane Khelif, la boxeadora argelina de las Olimpiadas, que es Brat, por haber interpuesto una demanda por “actos de ciber-acoso agravado” a Elon Musk y a JK Rowling. En concreto esta última escribió que Imane era un hombre disfrutando de pegar a una mujer. Desde hace ya una semana, la autora tránsfoba de Harry Potter no abre la boca en Twitter ni para decir “esta boca es mía”. 
Ojalá ella y Lex Luthor acaben en el trullo o, al menos, que tengan que untar bien a Khelif. 
Ha llegado la hora.