Sunday, July 28, 2024

JJOO PARÍS 2024

Amo los juegos olímpicos, pese a que aborrezco la competición y el deporte. Pero los JJOO con verano, siestas con la gimnasia rítmica de fondo, el azul de las piscina, saltos en trampolín de videoclip de Kylie, lanzamiento de discos, mi padre mientras yo me bajaba a la playa… 

 Los atletas están que fuman en pipa porque en la villa olímpica donde se hospedan en París la organización ha bloqueado Grindr y no pueden darse por culo. Homofobia. En teoría es para que estén concentrados en sus saltos y en sus piruetas, pero a las heteras no las quitan el Tinder, claro. 
Arrancó la ceremonia de inauguración de los JJOO de París 2024 con una energía luminosa, pese a la lluvia, que impregnó toda la gala: la energía vitalista de haber frenado a la extrema derecha. 

Una gala inesperadamente trash, como dirigida por Jose Luis Moreno, con barcos recorriendo el Sena, cada barco un país participante, con barcos gigantes como el de ese país enfermo que es Estados Unidos, al lado de barquitos de países pobres que parecían que iban en narcolanchas de Cádiz. 
El barco de Palestina solo llevaba 15 atletas porque Israel ha matado a 342 deportistas en los últimos meses. Con los siniestros aplausos, aún resonando, de los republicanos en el Congreso de USA al genocida Netanyahu. 
Aplausos que perseguirán a la historia de los Estados Unidos durante décadas.

 Durante los numeritos de la gala, algunos algo deslucidos pero que integraban con amor a la ciudad de París es la puesta en escena, salió María Antonieta decapitada, que me encantó, ahí estuvo fino Macron. Salió Lady Gaga haciendo un show muy Folies Bergere con plumas de Dior, un show que ha traído cierta polémica porque estaba grabado. Polémica que no entiendo, ni me va, ni me viene. ¿Qué más da que sea todo grabado? Tipo programa de Nochevieja. Me parece fenomenal. 

Hubo un desfile de moda feísimo, como de la Sálvame Fashion Week, actuaciones raveras al lado de otras bastante surrealistas, como una de un cantante pintado de de azul que salía como si fuese un cochinillo en un plato. 
Apareció el Fantasma de la Ópera que parecía el de Assasins Creed, un caballo metálico cabalgando las aguas, Rafa Nadal con pelo como de señor putero del PP, Felipe y Letizia adorables haciéndose selfies y Letizia levantando el puño porque es nuestra Reina Roja, un peligrosísimo globo aerostático lleno de fuego que daba miedo verlo por si incendiaba otra vez Notre Dame y el gran colofón en la preciosa Torre Eiffel: Celine Dion...  

Celine Dion. Menuda jugada maestra. Pero… ¿no estaba enferma perdiendo la voz en un documental melodrama de Prime? Ahora de pronto reaparece, cómo nos gusta una reaparición, con un chorro de voz monumental. 
Celine Dion es la folclórica que nos falta en España; todo teatro, hipérbole, exageración, llanto, altivez, foco y lentejuela. Su actuación en la gala inaugural de París 2024 es sin duda apoteósica, pero no hubiese causado ni la mitad de su impacto de no haber dado lugar el documental previo que mostraba una supuesta decadencia de la artista, un documental que casi la beatificaba para ahora, en la gala de los JJOO elevarse a los cielos de la divinidades. 
Brutal. 

 Camino de casa de Olivia y Álex, que Álex preparaba una paella de las suyas, deliciosas, veíamos carteles de la película de Deadpool con Lobezno. Una película para cracks, fieras y máquinas. Para manaders de crytoeconomía, burpees y morbo entre gymbros. 
Una película para Llados. 
También vimos anuncios en las calles de las hamburguesas que Dabiz Muñoz ha hecho para Burger King, las King Muñoz. Me niego a probarlas por principios. Amo Burger King, tan cani, tan swagger, tan pokero. Burger King es barrio, menas, a la parrilla, King Ahorro y por encima de todo es Whopper. Aún así sabéis que soy más de McDonalds, pese a que haya pasado de la fantasía infantil al estilo nórdico. Pero Dabiz Muñoz es Caños de Meca, la catetada del concepto fusión, Marvel, El señor de los anillos y Star Wars. 

 Llegamos a casa de Oli y Álex con un vinito blanco espumoso, que con el calorazo apetece más. Álex estaba en el jardín delantero preparando la paella, como estos padres americanos que están con la barbacoa. ¡Oli ahora es rubia! Ahí estaban Greta y Bruno y nos contaron, ilusionadísimos, su viaje a Disneyworld y a Universal en Orlando. 
Es el único viaje que merece la pena repetir. 
Seis parques, seis días sin ninguna preocupación más que vivir en una disociación real. 
Una disociación que se puede tocar. 
Oli, Alex, Bruno y Greta estaban en Madrid, pero aún seguían en ese paraíso inexplicable. Al volver de Orlando nunca sabes si lo que has vivido es real o si lo has soñado. 
Los parques de Disney son parques para nosotros, para los eternos niños perdidos. 
La gente amargada y acomplejada que critica a los Disney adults o a los Harry Potter adults no se dan cuenta de que serlo es precisamente todo lo contrario de ver la Eurocopa gritando “Gibraltar es español”. Disney es escapar de todo eso. 
Nosotros queremos volver el año que viene o el próximo, que ya estará abierto Epic Universe, un nuevo parque que tendrá Super Mario Bros Land y toda una zona dedicada a los monstruos clásicos de la Universal. 
Entre los souvenirs que habían comprado había un llavero de Hello Kitty crossover con E.T., unas Coca Colas como si fueran de otra galaxia. 

La paellas de Álex cada día están más ricas. Nos metimos en la piscina mientras Alex hacía la sobremesa viendo los Juegos Olímpicos. Greta me preguntó por pelis de miedo, que tiene un grupo de Whatsapp de cine de terror con un amigo y me decía que no le dijese pelis de terror para niños, que ya habían visto en cine Immaculate y ya podían verlo todo. 

 En casa nos hicimos una palomitas y nos pusimos a ver Hit Man, con el chico de moda, Glen Powell (Twisters, Top Gun, Scream Queens). No os podéis perder semejante obra maestra. La publicidad de la película, el cartel, tiene un tufo a película canallita Guy Ritchie que tira para atrás, pero nada más alejado de la realidad. 
Lo que comienza como una comedia heteruza de mamoneo, enseguida se va revelando como un brillante guión sobre el constructo identitario, sobre el ser humano en manos del azar. Una comedia, que se convierte en historia de amor, en cine negro amoral y adulto. Muy aguda, llena de giros y con un final… Maravillosa. 
Glen Powell, magnífico actor, como ya sabíamos. Es la estrella del momento. A él se une Adria Arjona, una actriz magnética, magnífica, que al parecer la han sacado de Narcos y de Andor. Todo un descubrimiento. Llena la pantalla con su inventiva gestual, con su talento y con su enorme química con Powell, que es la viva resurrección del espíritu de Errol Flynn, cuyo fantasma vagaba por las colinas de Hollywood hasta que ha encontrado un cuerpo en el que reencarnarse.