Qué placer hacerle un Paris Jackson a quién se lo merezca. He hecho infinidad de Paris Jackson en mi vida y nunca tengo suficiente.
Qué gozo ver a Letizia, la Reina Roja, haciéndole un Paris Jackson a Ayuso.
Girarle la cara a Ayuso es girarle la peligrosísima prepotencia del inepto que se siente poderoso.
Rosalía se encuentra con mi admirada Kate Bush (qué maravilla Running Up That Hill, esa canción escrita en el olimpo por los mismísimos dioses) para planear gorgoritos juntas.
Mientras tanto otro encuentro acontece en Marruecos: Pedro Pascal y Paul Mescal juntos de vacaciones. Tengo claro que Pedro Pascal, que es más puta que las gallinas y más lista que las ratas colorás, se ha llevado al huerto a su Gladiator.
Esa es la película que yo quiero ver y no Gladiator; la de ellos de vacaciones en morocco. Y no dirigida por Luca Guadagnino sino por Bruce LaBruce. Aunque, por cierto, me ha maravillado el tráiler de Queer de Guadagnino.
Paul Mescal y Pedro Pascal, eso sí que es celebrar el día del hombre del 19 de noviembre.
Por fin llegó el día de ir a los Teatros del Canal a ver a mi admirado Robert LePage.
Hace quince años ya que vi su obra Lipsynch y cambió mi vida para siempre.
Realmente me marcó.
Ahora venía al Festival de Otoño con una obra suya de 1994: The seven streams of the river Ota. Una obra de siete horas de duración. Empezaba a las 16:00h de la tarde y terminaba a las 23:00h.
El público del Festival de Otoño de teatro me fascina y me repele a partes iguales: actores y actrices de Cristina Rota, Corazza y Layton dejándose ver y montando el número entre las butacas, antes de la obra y en los descansos, yendo de un sitio a otro, dándose la vuelta, haciendo aspavientos para dejar constancia de su asistencia. Pero, a su vez, también vi gente verdaderamente culta, gente madura con gafas y canas de votar al PSOE, los verdaderos intelectuales de Madrid.
Qué privilegio vivir en Madrid y poder ver una obra de teatro de Robert LePage de siete horas.
La gente estaba excitadísima con que la obra durase siete horas.
Empieza la función.
Con las dos primeras historias ya me di cuenta de que aquello era lo mejor que yo había visto en teatro en toda mi vida, y he visto de todo y muy bueno.
He visto a la Liddell, al Papaioannou, a Marina Abramovic con Willen Dafoe y Anthony and the Johnsons, he visto a Marion Cotillard haciendo de Juana de Arco dirigida por Alex Ollé, he visto el O Corvo Branco de Bob Wilson, Yogur Piano… He visto de todo, pero The seven streams of the river Ota es lo mejor que he visto en mi vida.
La herida abierta, cómo nuestra historia nos acompaña siempre…
En los descansos la gente estaba muy impresionada con la prestidigitación de la escenografía, que realmente es memorable, pero a mi lo que más me admira de LePage es su enorme talento para dar significado a una vida con apenas tres trazos.
Hubo un descanso de veinte minutos, luego otro de cinco, después un descanso de 45 minutos, más adelante otro de veinte. Yo hubiese preferido un solo descanso de 15 minutos, pero debe ser que la gente se mea y se caga.
Incontinencia.
Durante la obra me quedé estupefacto con un momento meta-teatral fabuloso, con el refinadísimo humor, la descarga emocional…
Siete horas con el corazón en un puño.
A la salida vino a buscarme mi chico en coche, con unos sándwiches y el Stanley con Cola Cao.
Le conté la obra llorando y le dio mucha rabia no haber venido.
Dos días después mi chico sí vino conmigo de nuevo a los Teatros del Canal para ver Goodbye Linda, de Mario Banushi, joven promesa del teatro europeo. Griego.
La obra es teatro avant-garde, con sus dejes de pedantería inevitables, pero que logra crear imágenes de enorme empuje.
Realmente estuvimos boquiabiertos.
Al salir, mi chico me dijo “he estado intentando que no me gustase la obra, pero no te deja”.
A la salida del teatro estuvimos comentando la fantasía de la ministra de educación de Trump, que es una del WWE, del Pressing Catch, que hacía de señora que metía hostias.
Es impresionante el clown car de ministros de Trump: de fiscal, un violador de menores, de ministro de sanidad un negacionista de las vacunas…
USA es un cómic underground.
También comentamos que el Tribunal Penal Internacional había emitido una orden de arresto contra el genocida Netanyahu por crímenes de guerra en Gaza, ¿qué significa eso cuando el planeta entero sabe que no se le va a detener?
Una palabra: paripé.
En casa nos pusimos un Grotesquerie: curas hunk sadomasoquistas, enfermeras depravadas, monjas adictas al true crime, policías alcoholicas con hijas obesas.
Me lo da.
Broncano destapa las prácticas mafiosas de El Hormiguero tratando de boicotear a su competencia.
Prácticas caducas en una época en la que ya no existen los secretos ni el callar por miedo.
Es colocar una trampa en el bosque y pisarla antes de irte.
El plátano pegado con cinta americana a la pared, de Maurizio Cattelan, se vende por seis millones de euros.
La obra, magnífica, que ridiculizaba el mercado del arte, logra su pleno significado y adquiere su verdadera dimensión al venderse por semejante cifra.
De eso trata exactamente la obra, de eso versa.
Me encanta que hayan echado a Manu en GH, aunque hubiese preferido a Lucía en la repesca en lugar de a Ruvens, por romper en añicos la habitación azul, aunque es obvio que Ruvens agita más el avispero.
Manu está tan anulado por Laura que parece Emmanuelle Seigner en Lunas de hiel cuando se corta el pelo.
Ojalá esta semana se vaya Laura, que es un bicho bola yendo a la casa con supuesta información de fuera, falsa, para desestabilizar a Violeta.
Fuimos a ver Wicked al Imax con bien de palomitas de Coca Cola de refill de lima y limón.
La película de las navidades.
Fuimos con ganas pero con cierta ceja levantada.
La película es un clásico.
Hollywood sacando músculo.
Las canciones son verdaderos hits, por algo se trata del musical de mayor éxito de Broadway en las últimas décadas, la realización es fastuosa (algo excesiva para mi gusto, incluso un tanto Bollywood), pero la película como artefacto es una bomba y de nuevo, tras Barbie, todo un caballo de Troya woke para la infancia mainstream.
Ya hemos visto mil veces el contra-retrato de la villana, la reivindicación de la diferencia y del “no todas somos tan buenas ni todas somos tan malas”, pero Wicked revela más capas: cómo el privilegio manipula muchas veces de forma inconsciente, de tan naturalizado que tiene su privilegio, y cómo al privilegio también se le puede hacer abrir los ojos.
Y Ariana Grande, directamente nacida para el papel.
Deben nominarla al Oscar.
Nos gustó tanto que de vuelta a casa, en el coche pusimos las canciones del musical.
Esperaremos a las navidades que viene para ver el segundo acto final.
El árbol de Navidad ya está puesto.
Los asesinos de Samuel en la cárcel.