Sentado en un metro lleno de virus de gripes y gastroenteritis invernales, escuchando el nuevo disco de Bad Bunny, cada día más sexy y más emocionalmente conectado. Mirando sin ser visto, pues cada desconocido se encuentra absorto en su Instagram, en su YouTube o en su Whatsapp. Quizá en ese TikTok prohibido momentáneamente por el MAGA en los esperpénticos nuevos US de A, que van a prohibir todo aquello que no pueden poseer.
Ahí, en ese vagón de metro, entre Ciudad Universitaria y Nuevos Ministerios, línea gris, veo latin kings, niñatas católicas de pelo lacio, estudiantes perroflautas de sociología de la Complutense, ejecutivos de Azca, funcionarias de pelo naranja con gafas de pasta Afflelou, gymbros con el rapado skin fade en degradé, señoros fachas con pulserita de la bandera, canis, una chica con el pelo afro.
Un vagón que odiaba a Cristina Tárrega y que se encontraba profundamente preocupado por Anabel Pantoja y su bebé.
Mientras estábamos ahí, todos juntos en ese vagón, la guerra del fascismo patriarcal contra el woke se daba en las redes sociales.
Y se sigue dando.
El sombrero cordobés de Tío Pepe de Melania, agente doble. El micropene de Elon Musk haciendo el saludo nazi.
Cuánta razón tenía Bernie. Esa palabra: Oligarquía.
Ivanka vestida del cuento de la criada.
Y ese pastor, obispa, esa especie de monja-cura no binaria trans lésbica maravillosa, dando un sermón a Trump que ya es leyenda e historia de los Estados Unidos: pidiendo piedad por la gente que tiene miedo ahora. “Déjeme hacer un último ruego, por favor, señor president. Millones han puesto su confianza en usted, y como usted dijo ayer a la nación, usted ha sentido la mano providencial de un Dios amoroso. En nombre de nuestro Dios, le pido que tenga piedad de las personas de nuestro país que tienen miedo ahora. Hay niños gais, lesbianas y transexuales en familias demócratas, republicanas e independientes. Algunos temen por sus vidas. Y las personas que recogen nuestras cosechas y limpian nuestros edificios de oficinas, que trabajan en granjas avícolas y plantas de empacado de carne, que lavan los platos después de comer en los restaurantes y trabajan en los turnos de noche en los hospitales. Puede que no sean ciudadanos ni tengan la documentación adecuada, pero la inmensa mayoría de los inmigrantes no son delincuentes. Pagan impuestos y son buenos vecinos. Son miembros fieles de nuestras iglesias y mezquitas, sinagogas, gurdwaras y templos. Le pido que tenga piedad, señor presidente, con aquellos en nuestras comunidades cuyos hijos temen que se lleven a sus padres, y que ayude a aquellos que huyen de zonas de guerra y persecución en sus propias tierras a encontrar compasión y acogida aquí. Nuestro Dios nos enseña que debemos ser misericordiosos con el extranjero, porque todos fuimos extranjeros en esta tierra”.
Propongo a la reverenda Mariann Budde como Papa. Papesa. O Mama.
Viviendo en un tecnofeudalismo gobernado por masculinidades frágiles donde, amparándose en una libertad de expresión que no es tal, permiten llamar enfermos mentales a las trans, a los gays. Y no nos podemos ir porque Instagram es el país donde vivimos, la droga a la que somos adictos.
Instagram ha logrado que todo gire en torno a sí misma.
Podemos hacer el trasvase, ahora o en su momento, pero, ¿debemos irnos? Si nos vamos ya no existimos, ya no existe nuestra voz.
Lo que tenemos que hacer es amariconar Instagram.
Van a ocurrir cosas.
Vivimos unos tiempos emocionantes.
Empecé a recibir mensajes de que Kiko Matamoros había dicho que se había muerto David Lynch.
Yo, siendo niño, siempre volviendo a la infancia, así será siempre, que venía de ver Las Chicas de Oro, Barrio Sésamo y las películas de Spielberg, y de pronto, una noche, en el Telecinco de las Mamachico, van y ponen una serie llamada Twin Peaks…
Una invitación a mirar a través de las apariencias.
La fascinación por el enigma, el secreto que hay detrás de las cosas. Ahí se encuentra un mundo oculto.
Adentrarme en ese pueblo me mostró lo que hasta entonces estaba escondido para mi: la sensualidad del misterio, que los cuerdos estaban locos y que los locos estaban cuerdos.
Que siempre había que estar cerca y del lado del marginado, del disidente, pues ese sabía lo que realmente estaba ocurriendo bajo la superficie.
Hará unos doce años, el festival Rizoma trajo a Lynch a Madrid. Cobraban entrada a la gente para verle. Yo me libré por ser prensa. Pero los pobres fans pagaban 60€ por ir a una fiesta donde iba a estar Lynch (y a la que no fue, por cierto). Por 75€ podías verle charlar de meditación trascendental y por 210€ podías cenar en una mesa larga donde estaba él y que te firmase un deuvedé.
Esta cutrez que os cuento es verídica.
Por supuesto, Lynch no sabía lo que el festival estaba haciendo con él. Pues bien, Marlen, la ex novia de un compañero de piso, se acercó a él y le dijo que la encantaría que diese una charla a sus alumnos del instituto y, ¿sabéis lo que hizo Lynch? Presentarse, gratis, a la mañana siguiente, en Coslada para dar una charla a los alumnos de Marlen en su clase de inglés.
Sólo dos alumnos sabían quién era ese señor. Pero ahí estaba, el director de Terciopelo Azul, gratis para ellos.
Lynch no deja herederos.
Ni siquiera a Robert Eggers, al que amo.
Por cierto, en su momento, en este mismo blog, se me pasó comentaros algunas películas y series que vi a finales de año, en esos días de procrastinación.
Vi Rivales, Challengers, que en su momento me daba pereza ver porque no soporto el tenís y porque ese trío del tráiler me olía a efectismo polioamoroso.
Me equivoqué.
La película es una de las mejores películas del año.
Electrizante.
También vi Querer, que casi no parece ni española; parece francesa.
Ya quisiera Huppert haber podido hacer ese papelón que hace Nagore Aramburu.
Todos están espectaculares, los hijos, el marido.
Un cine social realmente evolucionado, dando un paso más.
La que me decepcionó fue Cónclave, que arrancaba como una interesante película de intrigas y conspiraciones en el Vaticano, con unos increíbles Ralph Fiennes e Isabella Rossellini, para degradar en una grosera sorpresa final, a lo Shyamalan pero como para boomers, francamente discutible.
Fuimos a cenar a casa de Olivia y Álex, que Oli había preparado una lasaña, y a jugar a juegos de mesa con Bárbara y con Greta y Bruno.
Llevamos el juego de mesa de Scream, que me lo trajeron Los Reyes. El juego resultó ser divertido y frenético. Con una app que te llama el asesino de Scream para joderte.
A Alex los Reyes le habían traído el juego de Hitstar, que es de adivinar canciones y de ser capaces de colocarlas cronológicamente.
Lo pasamos bomba.
Los Reyes le habían traído a Olivia un plumas rojo increíble de KHY, la marca de Kyle Jenner.
Bárbara no podía trasnochar mucho que tenía a un chico francés de intercambio en su casa.
Mi chico se niega a ver GH Dúo, con lo que amo a Maica o a las chonis de La Isla de las Tentaciones, así que pusimos la divertidísima La vida según Philomena Cunk, con la fabulosa Diane Morgan.
El absurdo del mundo. La cultura occidental contra las cuerdas.
Jugamos un rato a The 7th Guest, con las gafas de realidad virtual de la Playstation 5. The 7th Guest es estar dentro de un Cluedo mezcla de casa encantada. Un escape room que es un sueño.
Comiendo galletas de chocolate de Stephen Destree, mis galletas favoritas.
Habíamos quedado para comer en casa de Celeste y Cristian con Reyes y Miha.
Cristian preparaba su carbonara.
Charlando de Daniel Craig en Queer y de la guerra contra el woke. Frida, hija de Celeste y Cristian, había quedado con una amiga del cole para hacer un podcast.
Esa tarde teníamos entradas para ver Hombre Lobo en el Imax.
Para los niños que nos hemos criado con los monstruos de la Universal, en el imaginario de Drácula, Frankenstein y El Hombre Lobo, esta película es un regalo.
A caballo regalado no le mires el diente.
El Hombre Lobo de Whannel (Upgrade, El Hombre Invisible) es un hombre lobo imperfecto pero enardecedor. No negaré que tiene algún momento cursi padre-hija, que su prólogo podría tener más punch, que le falta potencia e inventiva en su acto final (lo cual es una lástima pues en una película siempre lo fundamental es cómo termina) y, sobre todo, que le falta luna llena, pero qué grandes momentos de cine, de terror y de suspense. Con momentos nuevos, inéditos, esa visión subjetiva…
Qué conmovedor y qué terrorífica esa transformación del padre, tan La Mosca de Cronenberg, con homenaje a Hombre Lobo Americano en Londres.
En esa transformación, llevada a cabo a través del maquillaje y la caracterización, el verdadero efecto especial se llama Christopher Abbot, ese increíble actor de mirada abatida, el novio de Marni en Girls, capaz de hacer humano a ese hombre lobo, a la imposibilidad del padre de proteger a los suyos.
Joya de culto.
Top David Lynch:
1.- Corazón Salvaje
2.- Terciopelo azul
3.- Twin Peaks 1990
4.- Mulholland Drive
5.- Carretera Perdida
6.- Twin Peaks 2017
7.- Hotel Room
8.- Una historia verdadera
9.- Inland Empire
10.- Cabeza borradora
11.- On the air
12.- Dune
13.- El hombre elefante