Se vende la casa de David Lynch, en Hollywood Hills.
Me encantaría vivir en esa casa encantada por los espectros del cine y del enigma humano. Rincones en los que, en el silencio, aparecen gigantes, enanos, Laura Palmer, Dorothy Vallens cantando Blue Velvet, o tal vez Ben cantando In Dreams. La caja azul de Mulholland Drive.
Quizá en algún rincón de esa casa se esconda la llave…
¡Ojo! Ya están disponibles, en la web del Palacio de la Prensa, las entradas para el directo Especial Halloween de Pijas Marrones.
No te quedes sin tu entrada.
Será el Halloween más spooky y marica.
¡Truco o trato!
Eso por un lado, por otro…
El 27 de octubre, sale a la venta mi ensayo sobre los 50 años de The Rocky Horror Picture Show y todo lo que esta liturgia queer ha significado para el colectivo.
Ha sido precioso escribirlo y espero que os encante.
Y ya he vuelto, por fin, con la gran rentrée de la séptima temporada de Pijas Marrones, en Subterfuge Radio, con Topacio Fresh y Chema Díaz haciendo buen repaso del verano.
Y esta última semana con Chemagic y Elia Tomás.
En todas las plataformas de podcast.
Maratón de Overcompensating, la luminosa y desternillante comedia gay de Benito Skinner en Prime y empezó OT 2025.
Me da igual que ninguno se haga famoso luego. Ya estoy dentro y les quiero a todos.
Enganchado a los youtubes, a las clases, los ensayos, a los desayunos.
Mis favoritos con Max y Lucía Casani, pero me encanta la pija Clueless, Olivia, que empezó desafinando como una perra pero que esta semana ya se ha puesto la pila. Y Laura, la choni que canta como Mónica Naranjo.
Esta temporada son todo gays & girls.
Creo que hay un hetero y medio.
Esta semana echan a Iván Rojo, fagota tóxica.
Teníamos entradas para la Comic-Con de Málaga, así que cogimos un vuelo y para allá que fuimos mi chico y yo.
Nunca habíamos estado en Málaga, tierra de Terelu, de Chiquito y de Melanie Griffith.
Vi la T4 de Barajas muy cambiada desde que fuimos a Copenhague. Se nota el poderío de la gentrificación. Jaime buscaba El Jueves en los quioscos de prensa.
Un avión muy pequeñito nos llevó a la ciudad de Antonio Banderas.
En el aeropuerto de Málaga ya se mascaba cachondeíto. Se notaba que eso no era Madrid.
Teníamos un hotelito boutique en el centro, muy pintoresco, el Anahita, por la Plaza de la Merced, la plaza en la que nació Picasso.
El hotel era muy guay, como de gay de los 90. La recepcionista parecía una espía rusa.
Todo muy Versace. Versés.
Había una bañera al lado de la cama.
Málaga estaba preciosa y muy animada de guiris huyendo de la depresión de sus ciudades. Buscando la vida.
Cogimos un taxi a la Comic-Con.
Todo muy yanqui, emocionante y con cosplayers entregadísimos disfrazados de Naruto, de Watchmen, los sobrinos del Pato Donald, muchos Lobeznos cachas, Harry Potter, Deadpool, un Jedi tomándose un Monster rosa, Cazafantasmas con Moquete en muppet, Goku, Harley Quinn, el Patriota y michos disfraces de videojuegos que no conocía.
Los tíos buenos aprovechaban para enfundarse en las mallas de Spider-Man y las tías buenas para ir de videojuegos manga japoneses.
Un ambiente bárbaro.
Salimos a comer fuera del recinto ferial y un chico autóctono nos recomendó un sitio de comida casera llamado Los Gálvez y comimos increíble: callos, estofado, albóndigas. Un bar sin guiris, espectacular, con platos saliendo sin parar, los camareros gritando.
Muy Málaga realness.
Ordinario y simpático.
Comiendo estuvimos comentando cómo asistimos estupefactos a los fachas revolviéndose cual gato panza arriba a la vuelta de sus vacaciones: Ana Rosa con bajísimas audiencias, Mariló defendiendo los toros y humillada por Broncano cuando dice que ya la gente de derechas no puede decir nada mientras, al mismo tiempo, en El Hormiguero, Nacho Cano, en prime time, pedía un golpe de Estado en directo, sin nadie que le frenase.
PP y Vox votando en contra, junto con Junts, de la reducción de la jornada laboral a 37 horas. Cada vez que os quejéis de que podríais salir media hora antes de trabajar, recordad quién voto en contra…
El PP blanqueando cuando no negando el genocidio en Gaza.
Van como gallina sin cabeza.
Realmente creo que la derecha ha perdido el relato.
Eso en España. En USA, tratando de encumbrar a Charlie Kirk a la categoría de mártir, cuando no ha sido víctima de la izquierda sino, simplemente, de su propio discurso. Jimmy Kimmel se mostró en contra de la utilización de la muerte de este señor por parte del MAGA y le despiden del la ABC ipso-facto. Vuelve la censura a los US de A. Pero, claro, tras el boicot de espectadores quitándose Disney, corriendo la ABC volvió a admitirle.
La presión ciudadana funciona y es lo único que tenemos.
Ante semejante panorama, nos consolamos viendo a Sabrina Carpenter en la MTV con las trans y a Ariana Grande dando las gracias a los gays, mientras Doja Cat se come el pintalabios en la alfombra roja.
Con la nueva cara de Jorge Javier, con la vuelta de Madonna que parece Courtney Love, con Mar Flores diciendo “gente fea con glamour”, con Jenna Ortega vestida de Isabella Rosselini en La muerte os sienta tan bien y con Sharon Stone siendo imagen de Mugler.
Pero, sobre todo, me enorgullece ver cómo South Park se ríe de Trump metiéndole en la cama con Satán, cómo Madrid, mi ciudad, se revela contra el genocidio boicoteando la Vuelta ciclista, con la policía metiendo tremendas hostias a las señoras cuando no se atrevían con los nazis de Torre Pacheco.
Me enorgullece ver al Rey posicionándose contra el genocidio, con la derecha estupefacta. Ver como Irlanda, los Paises Bajos y España se salen de Eurovisión mientras no salga Israel.
La gente leyendo los nombres de los niños gazatíes asesinados.
600 páginas de nombres.
Nos impresionó la vegetación de Málaga. Árboles centenarios espectaculares, como de Parque Jurásico, por toda la ciudad.
Mi chico cenó un pescadito fresco, yo una hamburguesa porque soy una cerda, y nos subimos un brownie al hotel para darnos juntos un baño de espuma comiendo brownie y viendo el primer pase de micros de OT con el ordenador.
Nuestra suite daba a la calle y se escuchaba a todos los borrachos.
Mi chico se puso los tapones y yo puse ruido blanco.
A la mañana siguiente bajamos a desayunar unos churros a Casa Aranda y a ver la catedral.
Comentamos lo mucho que nos había gustado Alien Earth y lo terrible que es que vengan extranjeros ricos europeos a ciudades de España a comprar por lo que para ellos son dos duros todas las casas de ciudades como Málaga, desplazando a la gente local.
Subimos caminando por un barrio popular, sin gentrificar aún, hasta la Basílica del Santuario de la Victoria, que por fuera no llama nada la atención, pero que dentro tiene lo más grande: una cripta muy Sam Raimi, maravillosa y Halloweenesca, con calaveritas y escenas absolutamente sui-generis.
De los lugares más singulares en los que he estado en mi vida.
Y subiendo unas escaleras llegamos hasta la cúpula de Torre Camarín, que nos dejó literalmente boquiabiertos a Jaime y a mi.
Una joya del barroco español.
Nada lejos de la basílica estaba el cementerio de San Miguel. Le dije a Jaime que cogiese una flor bonita por la calle, en alguno de los parques de paso.
No le dije para quién era.
Iba a ser sorpresa.
En el cementerio de San Miguel estaba, sencilla e imponente, la tumba de nuestra querida Jane Bowles.
Una de mis escritoras favoritas.
Me ha acompañado siempre. Desde muy jovencito, con su Dos damas muy serias.
No soy yo de tumbas, pero su tumba me emocionó. Pensé que ese era el momento de mi vida en la tumba de Jane Bowles. También me emocioné por la historia de esa lectora admiradora suya, anónima, que al descubrir que su tumba estaba en se mi abandono al borde a la fosa común, movió cielo con tierra para darle finalmente una tumba digna. Para su escritora favorita.
¿Quién es esa estudiante? ¿dónde estará?
Con el polvo de la lapida dibujamos unos corazones.
Volvimos a bajar al casco antiguo.
Nos tomamos un aperitivo en el animadísimo Mercado Central de Atarazanas, que aún conserva su sabor de mercado “de verdad” y tras unos paseos fuimos a comer al Mura Mura, un lugar exquisito, entre Málaga e Italia, con unos platos sorprendentes y deliciosos.
El chef majísimo.
Nos gusta el lujo.
Subimos al hotel a echarnos una siesta y Ocón vino a buscarnos para el café.
Hacía años que no le veíamos, desde que fuimos a pasar un fin de semana a casa de Jordi.
Trajo Cine Crush para que se lo firmase y me trajo un regalo de cuando estuvo en Nueva York: una gorra roja de Make América Great Again.
Nos llevó a merendar a La Canasta, que es que como el Viena Capellanes de Málaga, con bien de señoras.
Hablando de cine de terror, del MAGA, de lo guay que es que Amenabar deje de tener tanto autocontrol como cineasta y le haya dado el prota de Cervantes a un chulo que le gusta.
Dar cringe es un riesgo artístico que tienes que tomar.
Aún no hemos visto Romería.
Bajamos por la preciosa calle Larios hasta la calle Principal y bajamos por el frondoso y peligroso parque tropical lleno de familias y camellos hasta el puerto de los yates, por el Muelle Uno y sus tiendas tan Carmen Borrego.
Ocón, encantador, nos contaba sus escarceos amorosos fetichistas malagueños y llegamos hasta el faro, un faro chiquitito, monísimo, y detrás la playa de Málaga, la Malagueta, con sus chulos, las chicas extrajeras ligando, chiringuitos que habían perdido la madera para convertirse en cubos blancos de futbolista.
Por ahí detrás vivió Marisol.
Paseando por el paseo marítimo pasamos por el Gran Hotel Miramar, precioso, muy Poirot, preciosos apartamentos, los gymbros en La Caleta, Los Baños del Carmen tan White Lotus y de tanto andar el cuerpo nos pedía un bocadillo campero, que en Málaga es como en Madrid el bocata de calamares, y Ocón nos llevó al MYA, que es uno de los mejores y tenía cola.
Nunca había probado un campero.
Espectacular.
Volvimos derrengados al hotel.
Pero también hubo baño.
A la mañana siguiente llevé a mi chico a desayunar a La Recova, pero estaba cerrada, así que acabamos en La Malagueña, que también se desayuna fenomenal.
Subimos hasta el mirador, con la lengua fuera.
Qué preciosidad Málaga.
Entre ciudad de verdad y de verano eterno.
Además tiene Corte Inglés. Viviría perfectamente en Málaga.
O eso creo.