Monday, July 21, 2025

EL CARACOLILLO

En la brillante y reflectante piscina de la casa de Diana, haciéndole fotos a Virginia, mi cuñada sexy, para sus instagrams, de verano fresh. Se acercan mis sobrinos, Luis y Candela, mellizos, de siete años, tan distintos, y nos preguntan que por qué nos hacemos fotos. Tal vez porque, al igual que ellos juegan a imaginar que son los Guardianes de la Galaxia, nosotros jugamos también a otros juegos adultos igualmente absurdos y escapistas; A parar el tiempo, capturarlo y dejarlo ir, como cuando cazabas una mariposa con una red, la observabas unos segundos y te dabas cuenta de que aquello no tenía sentido y la dejabas marchar. 
Tener un rato el presente y su fugacidad. 

Diana preparó una ensalada de las que no dan culpabilidad, nosotros habíamos traído una tortilla de patata que había hecho mi chico. Normalmente le salen más liquiditas, esta estaba más cuajada, pero muy rica. A veces estoy harto de las tortillas líquidas, que están buenas pero a este paso de la tontería vamos a tener que comerlas con cuchara. 
Durante la comida estuvimos comentando que la clase media no existe; es un invento neoliberal de la derecha para que todo el mundo crea que es clase media y que los pobres son los demás, cuando solo hay dos clases: la clase trabajadora (la que para vivir tiene que trabajar) y los rentistas, que no necesitan vivir para trabajar sino alquilar casas. 
Todos los que trabajáis, sin excepción, debéis votar a la izquierda. 

Le dije a Candela, mi sobrina, que tenía que ver Elio de Pixar, que es preciosa, y me contestó, muy chula, que ella la que quiere ver es Padre no hay que uno 5. 
Así va España. 
Elio me conmovió de un modo profundo. 
Yo he sido Elio. 
¿Qué niño marica no lo ha sido? Ser distinto, sentirte diferente. No querer pasar por el aro. 
La película es divertida, visualmente exuberante, pero en su tramo final detona la bomba del no querer cumplir con el canon de la masculinidad, formando un torbellino emocional que me pareció realmente muy potente de ver. 
Ya no sabría decir cuál es mi película preferida de Pixar, entre Ratatouille, El viaje de Arlo, Up, Inside Out, Luca, este Elio… 
Excelencia. 

Horrorizados con la España negra de Torre Pacheco, con esa racista caza al inmigrante promovida por Vox, Frente Obrero y Deport Then Now (a cuyo líder la jueza ha enviado ya a la cárcel). La extrema derecha animando a linchamientos de inmigrantes inocentes que trabajan en España, haciendo los trabajos que los españoles no queremos hacer. 
Una extrema derecha tratando de criminalizar a toda una comunidad y una derecha moderada que al no condenar la violencia la normaliza. 
Como dijo mi cada día más admirada Irene Montero, esos aguerridos ciudadanos no salieron de casa contra los empresarios murcianos que agredían sexualmente a niñas, tampoco contra los asesinos de Samuel. 

Prefiero ver los desfiles de París. Viendo a Margiela sacando a gente envuelta en plásticos, Isabelle Huppert desfilando para Balenciaga fingiendo estar medicada, me di cuenta de que, más allá de gustos y supuestos criterios, la moda hoy es exactamente como la hubiese imaginado si con 14 años me hubiesen preguntado cómo sería la moda en 2025. 
Es puro futurismo y presente. 

Lamine Yamal cumple 18 años y lo celebra en una fiesta con putas y enanos contratados. 
Un poco como entre una película de Sorrentino y otra de Bigas Luna. 
Mientras, Macron le guiña un ojo a Kate Middleton y la deja embarazada. 
Qué descaro. 

Pusimos Too Much en Netflix, Sin Medida, la nueva serie de mi amada Lena Dunham
Es lo primero que veo de ella desde Girls y desde su bloqueo creativo. 
Vuelve en plena forma. Toda su agudeza, su honestidad. 
Too Much arranca excesiva, cómicamente ansiosa, deslavazada, pero no tarda en saltar la magia de la intimidad. Lena Dunham sabe contar la duda, la vacilación y la incertidumbre como pocos cineastas. Está entre Agnes Vardá, Rohmer y Sautet
En la serie sale el chino de la segunda de The White Lotus, en un papel muy distinto, y la magnífica Megan Stalter, que tan divertida está en Hacks, aquí brillando por todo lo alto. 
Es una actriz de una comicidad desgarradora. 

Veo un vídeo con la mentecata de Carmen Porter, evasora condenada por Hacienda, riéndose de la clase trabajadora, diciendo que antes un albañil trabajaba doce hora pero que ahora con Yolandita igual trabaja 8 o 7. Como si eso fuese algo inadmisible y descabellado, trabajar 8 horas. 
Es impresionante que estos discursos campen a sus anchas en una televisión como Cuatro, como Mediaset.  
Menos mal que están los reels de Nacho Duato, gran redescubrimiento de lucidez e ironía. 
De los iconos de los 90 que mejor están madurando junto con Almodóvar y Madonna, mientras otras como Miguel Bosé o Alaska palidecen en su decadencia moral. 

Fuimos al Imax a ver Superman
Siendo niño le pedía a mi mamá que me pusiese el disfraz de Superman en lugar del pijama y cenaba vestido de Superman. Le pedía que me hiciese, eso sí, el caracolillo en el pelo. 
Este Superman vuelve al color camp, tras ese triste grisáceo del Superman de Snyder pseudo-Nolan. 
Es un Superman valientemente pro-palestino, que tiene un perro, Superperro, con capa. Ya solo con eso le gana a uno. 
Lois Lane no es Margot Kidder, pero es la señorita Miss Maisel. Superman es David Corenswet, ese actor con el glamour masculino del Hollywood de los años 40, inesperado galán de mirada ambigua y resignada. 
La película tiene cosas bonitas y termina con un beso, como tienen que terminar las películas. Beso y The End, pero aún con su tono festivo de confeti se padece más que se disfruta. 
Este Superman no ha logrado escapar al sadismo de James Gunn. Crueldad que ya llamó mi atención en Guardianes de la Galaxia 3 y en su Suicide Squad. Aquí hay que aguantar torturas a perros a bebés, maltrato animal a monstruos gigantes y a un Superman que no para de recibir puñetazos, al que torturan con criptonita. 
Demasiado sufrimiento, demasiado conflicto. 
Me quedo con el Superman de Bryan Singer y, sin duda, con el de Donner

Pedro Sánchez espectacular en el Congreso y no digamos ya Rufián, la gran esperanza de la izquierda en España. 
Cada día que pasa es más agudo y certero. 
Está madurando de un modo increíble, implacable y con el temple del férreo sentido común. 
Está en su mejor momento. 
Mientras, Ayuso se compra un chalet de 4 millones de euros con dinero público, alegando que es un chalet para la Comunidad de Madrid, para darse bañitos en la piscina. 
Prefiero ver las nominaciones a los Emmy

Qué bien que mis dos series favoritas, Hacks y The White Lotus, no compiten, ya que la primera va como comedia y la segunda como drama. 
Espero que esa serie patriarcal para mamones que es The Bear no gane a Hacks… 
También deseo que premien a Pedro Pascal, Bella Ramsey, Martin Short, Jean Smart, Cooper Koch, Meghann Fahy, Walton Goggins, Aimee Lou Wood (por encima de Carrie Coon o Parker Posey), Colman Domingo, Hannah Einbinder, Javier Bardem, Christine Tremarco y Adolescencia. 

Quedé con Mario para probar la pizza hamburguesa Domino’s Burger, que nos quedamos muertos porque es una pizza que sabe a hamburguesa, con cebolla, pepinillo, salsa de Big King. 
Comerse una hamburguesa con forma de pizza. 
Estuvimos comentando Superestar, la serie de Tamara Yurena. 
El primer capítulo, dedicado a Margarita Seisdedos, es una preciosidad. Un arranque sórdido, emotivo y dignificador. 
Pero el segundo capítulo de Leonardo Dantés baja y el dedicado a Loly Álvarez directamente se estrella en la mediocridad y en la medianía. 
La imposibilidad de capturar la esencia de la autenticidad. 

El verano 2025 es la pillada en la kiss cam. Ese marido siendo infiel con su amante pillados por la cámara del concierto de Coldplay. 
Al menos ese señor no le ha puesto los cuernos a su mujer con una jovencita. 
Eso hoy dia, como dice mi amiga Margarita, ya casi es feminismo.