Amo los centros comerciales.
Pasear solo por un centro comercial enorme, impersonal, artificial, como un aeropuerto. Tiene algo acogedor e imponente, de alienación futurista.
Una perversión y una construcción capitalista mil veces más apetecible que pasear por calles llenas de maletas con ruedas de guiris entrando y saliendo de apartamentos turísticos airbnb.
Si las ciudades han dejado de existir, por la gentrificación, para convertirse en parques temáticos de sí mismos, mil veces mejor estar en un centro comercial, calentitos y secos en invierno y fresquitos en verano, yendo al IMAX, observando los looks de los teenagers NPC, mezclando burritos con ramen, probándonos trapos y escuchando música de ascensor.
Mi chico y yo fuimos a ver Megan 2.0., que más que una película, que lo es, es un estatuto de la nueva ley LGTBIQ+.
Entre Misión Imposible, un challenge de Rupaul Drag Race sexta temporada, la segunda temporada de V y un Sálvame Deluxe.
De culto instantáneo.
Un heterosexual no puede entender esta película. Solo se entiende vista a través del prisma de la cultura queer.
Mientras estábamos en el cine, estaba ocurriendo la gran manifestación del prohibido Pride de Budapest.
Multitudinaria.
Una marcha de enorme relevancia pues muestra que la unión del colectivo puede aplacar el fascismo.
Viendo las imágenes sentimos mucha rabia de no estar ahí.
Deberíamos haber ido.
Era el momento y donde había que estar, en el pride de Budapest.
Terminaba el mes del Orgullo. Durante el mes del Orgullo me llaman para mil historias: Pablo Carreiro me llamó para presentar un coloquio sobre las Spice Girls en una galería de Chueca. Lo pasamos genial, las cosas como son. Ahí estaba Alberto Miss Cafeina, un chico de OT, un reportero de la extinta Familia de la tele…
También me llamó Serge González para conducir un podcast LGTBIQ+ para su agencia de publicidad, que fue precioso, la verdad. Y los de Atom Comics me llamaron para participar en otro coloquio sobre el despertar queer a través de los comics, al lado de Alberto Rey y Carla Berrocal.
Me encanta que llamen para cosas en el mes LGTBIQ+.
A ver si somos también gays los demás meses del año.
Fuimos a cenar a casa de Vero y Popote. A su terraza jardín. Llevamos unos burritos del Cost Co.
Cuando llegamos, a las ocho y media, aún hacía calor. Antes de terminarnos los burritos empezó a caer una lluvia monzónica, como si estuviésemos en Brasil.
Nos metimos para dentro y comentamos las ganas que teníamos todos de ver 28 años después, película que vi días después con Ferdi, Verónica y Clara porque mi chico estaba con la pupila dilatada porque unos días después de operaba de la miopía en Clinica Baviera.
28 años después resultó ser una película salvaje, vibrante, imperfecta, sorprendente y viva. Sublime.
Una obra de arte.
La película es más de Alex Garland (Civil War) que de Danny Boyle.
Jodie Comer está majestuosa.
Qué gran actriz.
Unos manaders le tiran un botella de plástico en la cara a una chica trans.
Adiós al mes del orgullo, bienvenido al mes del prejuicio.
Tenía el directo, en vivo, del última programa de la temporada de Pijas Marrones, que tantas alegrías me ha dado este año.
Este último programa nos lo patrocinaba Aquarius, en el Garaje Aquarius, en Larra, donde estaba el primer IED donde di clases al lado de Juan Duyos.
Daban Aquarius de melocotón, que sabe a gominola.
Hacía un calor del averno en la calle y pensé que no iría nadie. Siempre me ocurre.
No cabía un alfiler.
Había gente de pie.
Y ahí estuve al lado de Felipe Olaya y de Jau Fornés charlando acerca de la reina Máxima de Holanda burlándose de Trump en su propia cara. Reina del mundo. Es lo que hay que hacer.
También del coche de Beyoncé volando sobre el público de sus conciertos, que casi se cae. Imagínate que se te cae encima Beyoncé.
Comentamos nuestras películas veraniegas favoritas: La tropa de Beverly Hills (sobre un campamento de niñas pijas de Beverly Hills), Amigas para siempre (el Cuenta Conmigo de chicas), Uno para todas (la de los pantalones vaqueros que sientan bien a todas), El rayo verde de Rohmer (sobre el azar y lo inesperado en verano).
También cayó la patética e inadmisible boda de Jeff Bezos que ha alquilado Venecia para él solo.
¿Cómo la gente le permite esto?
Esto tiene que parar.
A tan cateta boda ha acudido Leonardo DiCaprio, que va mucho de ecologista pero luego bien que acude a la boda de Bezos en jet privado.
Una amiga hacía comida en su pisci y llevamos helado del Ben & Jerrys del nuevo de mango que se llama Sweet Mango Memories.
¿Puede haber un nombre mejor?
Ahí se estuvo hablando de Cayetano Rivera detenido en un McDonalds a las 2:30 de la mañana. Un coctel iconográfico explosivo: la M del McDonalds, el hijo torero de Carmina Ordoñez y Paquirri. Belleza, jarana, clasismo, fast-food, paparazzis, nocturnidad y Madrid.
También, entre chapuzones, se comentó la nueva colección de JW Anderson para Dior hombre; una apetecible bolsa de chuches. Todas diferentes, cada una de su padre y de su madre. Algunas de lo más suculentas, otras nada. Unas con mucho sabor, otras insípidas.
Triana Marrash ha desaparecido. ¿Dónde está Triana Marrash? ¿En la isla de Perdidos? ¿en Oz? En el salón de las cortinas rojas de Twin Peaks.